El
calzado deportivo ha sufrido una gran revolución, tanto en la
composición de sus materiales como en la ergonomía y diseño.
Las grandes firmas deportivas invierten mucho dinero en estudios de
todo tipo para mejorar en este sentido. En la actualidad todos las
marcas de calzado deportivo utilizan el EVA de diferentes densidades,
derivados plásticos, viscoelásticos o geles, grafitos, acrílicos
como el gore-tex, incluso elementos gaseosos como las cámaras de
aire. La zapatilla deportiva basa su fabricación en desarrollo de
tres conceptos: amortiguación, estabilidad y control, dando paso a
una gran diversificación de productos destinados a las
características propias de cada deporte, de forma que podemos
encontrar zapatillas para correr sobre asfalto, running, campo a
través, cross y mixtas cross training.
Al
mismo tiempo y teniendo en cuenta las características propias de
cada corredor, nos encontramos con zapatillas de pisada neutra, de
pronador, para corredor ligero o de más de 80kg de peso, para
entreno o de competición. Gracias a estas mejoras ha disminuido el
índice lesional, pero a pesar de ello tenemos de tener en cuenta
las siguientes consideraciones como factores lesionales:
– Deterioro
del material deportivo con el uso y la disminución de la capacidad
de absorción del impacto.
– Control
de kilometraje, entre 800 y 1200 kilómetros por cada par de
zapatillas, dependiendo del tipo de pisada.
– Endurecimiento
del material con el paso del tiempo.
– Desgaste
y despegue de la suela, normalmente de poliuretano.
– Deformación
de la zapatillas según efecto de la pisada.
– Rotura
de costuras. – Desgarros
del tejido.
Cuanto
más ligera sea la zapatilla menor será el factor de
amortiguación y estabilidad y, por lo tanto, mayor será el riesgo
de lesión, mientras que las zapatillas con mayor índice de
amortiguación y de corrección tendrán el handicap del mayor
peso, que se traducirá en mayor esfuerzo por parte del corredor y
peor crono. Por consiguiente, cada corredor deberá encontrar,
dentro de lo que ofrece el mercado, la zapatilla con las
característica más apropiadas, para lo cual deberá tener en
cuenta el kilometraje que realiza a la semana, el tipo de superficie
por la que entrena, su peso, el tipo de pisada, etc.
Los
pies con alteraciones estructurales dan como consecuencia mayor
deformidad y desgaste del calzado.
El
peso de la zapatilla es un elemento a tener en cuenta. Oscila entre
los 170 de una zapatilla de competición a los 350 gramos de una
zapatilla de entreno. A lo largo de una maratón estaremos hablando
de varias toneladas de peso. No olvidemos que cada 10 gramos de peso
se convertirán en 200 kilos a lo largo de 10 kilómetros. Sin
embargo, la zapatilla de entreno es más estable y amortiguadora que
la de competición, que solo será recomendada para deportistas de
élite o corredores populares de poco peso y buena estructura
física.
La
sujeción o control será una variable importante sobre todo en
corredores pronadores y/o con talón inestable, tendentes a provocar
esguinces de repetición. La amortiguación es una virtud
fundamental sobre todo en corredores con pies cavos (exceso de
bóveda), pie rígido y con peso por encima de los 80 kilos. Otra
diferenciación será la derivada del terreno, ya que la capa
superficial de la suela será diferente según el tipo de
superficie, incluyendo tacos en terrenos agrestes y más o menos
lisa para el asfalto. Cuando esta capa de la zapatilla desaparece por
el desgaste habrá llegado el momento de renovarlas por otras.
En
definitiva la elección de las zapatillas es un factor importante
dependiendo de nuestra estructura y la actividad que vayamos a
realizar, pero no hemos de olvidar que si sufrimos alguna patología
derivada de nuestra biomecánica sólo un profesional sanitario como
el podólogo en un entorno multidisciplinar, puede realizar
diagnósticos y tratamientos acordes a nuestras patologías.