1.
Recepción del talón en el suelo
La
carrera consta de dos fases fundamentales: una fase de apoyo en la
que uno de los pies se encuentra sobre el suelo y el otro en el aire;
y una fase aérea en que ambos pies están en el aire, a diferencia
de la marcha normal en la que siempre hay un pie sobre el suelo. El
pie inicia la fase de apoyo contactando normalmente con la parte
posterior y externa de su talón y esto es común a todos los
corredores, incluyendo a los pronadores.
Por ese motivo en la zona del talón se encuentran dos huesos muy
robustos y relativamente grandes: el calcáneo que haría el papel de
forzudo y que tiene que la complicada tarea de encontrarse con el
suelo, y el astrágalo, que es como el jinete que cabalgando sobre el
calcáneo dirige la maniobra que el pie tiene que desarrollar para
amortiguar el choque contra el suelo y va a ser en este momento y
debido en parte en desajuste de la alineación de estos dos huesos
cuando se van a desarrollar patologías como las talalgias y la
tendinitis aquilea. Este primer apoyo del talón se va a ver
reflejado en el desgaste de la suela de la zapatilla, así como la
deformación del talón.
2.
Apoyo completo del pie
Es
el momento en el cual el pie se encuentra totalmente apoyado sobre
el suelo; es precisamente cuando más estrés sufre el pie y el resto
del aparato locomotor al tener que frenar parte de la aceleración
que lleva nuestro cuerpo y contener además nuestro peso, que se ve
incrementado varias veces por la energía del salto y la oposición
que ejerce la superficie por la que transcurre la carrera. En esta
localización el tarso, conjunto de 5 huesos pequeños formando
pequeñas articulaciones que dotan al mediopié de fortaleza y
elasticidad, cualidades necesarias para permitir al pie adaptarse a
cualquier tipo de terreno. En esta fase de la carrera representa un
papel primordial el equilibrio estructural del pie, así como la
musculatura cuadricipital y tibial, ya que el músculo cuadriceps
tendrá como cometido el frenado de la rodilla en su desplazamiento
anterior, el tibial anterior para dirigir y ralentizar el aterrizaje
del pie sobre el suelo, el tibial posterior para frenar la caída
mediotarsiana, principalmente a nivel escafoideo, y la fascia
plantar, cuyo grado de elasticidad amortiguará el impacto del pie y
lo preparará para la fase de despegue. Las lesiones en este periodo
de apoyo total van a ser, por tanto, distensiones musculotendinosas
como la fascitis plantar, esguinces de tobillo, tendinitis tibial y
peroneal, periostitis tibial, síndromes por fricción como el de la
cintilla iliotibial y trocanteritis hasta distensiones en aductores y
osteopatías de pubis etc. En la actualidad sabemos que el pie pasa
de pronación fisiológica o normal a pronación viciosa o patológica
a partir de los 10km de carrera, aproximadamente.
3.
Despegue del pie
Es
en este momento cuando el pie abandona su apoyo sobre el suelo
gracias a una potente contracción del músculo triceps sural,
gemelos y soleo. Es fácil entender que la principal lesión en este
momento será la sobrecarga de los citados músculos así coma la
inflamación del tendón de aquiles. Los huesos de larte delantera
del pie, metatarsianos, a diferencia de los del talón y mediopie,
son huesos largos y finos con mayor movilidad, ya que su función
primordial será la de aportar aceleración en el momento del
despegue, y será precisamente la desigualdad o desequilibrio de los
metatarsianos lo que va ha originar irregularidad en el reparto de
cargas con los consiguientes signos de dolor en forma de
metatarsalgias mecánicas, compresiones nerviosas tipo Morton e
incluso fracturas de estrés.
Pronación
La
pronación es un efecto fisiológico y necesario para que el pie
disipe buena parte de la fuerza de la gravedad, aumentada por el
impulso en la carrera y la adaptación a las irregularidades del
terreno. Esta pronación, que puede acontecer tanto en la recepción
de talón como en el apoyo completo del pie y en el despegue del
antepié y que tiene unos grados fisiológicos, se convierte en una
patología cuando supera esos grados, en torno a 6-8, y hablamos
entonces de corredor pronador. Es importante cuando valoramos la
biomecánica de un corredor, tengamos en cuenta la dinámica del
mismo, su estado de laxitud, peso y superficie de entreno, variables
importantes para elaborar un buen diagnostico sobre la pronación.